lunes, 16 de mayo de 2011

La leyenda de 1900


Director: Giuseppe Tornatore / Año: 1998
Por: Hägar
La película es una recreación del transcurrir en un trasatlántico que llevaba a Europa turistas acaudalados y a Estados Unidos inmigrantes desposeídos en búsqueda del sueño americano, un tema refrito en cine que busca exaltar ese incipiente patriotismo y agradecimiento a una nación prometedora y de puertas abiertas. Lo interesante del asunto es la vida de un hombre que nació y creció en el buque, nunca pisó tierra, allí se educó empíricamente y se convirtió en un talentosísimo pianista cuya fama dio de qué hablar. “Al Diablo las reglas” dijo cuando de niño tomó sin permiso el piano y comenzó a demostrar su talento, desde ahí su personalidad se mantiene incólume, en parte gracias a las circunstancias atípicas en las que creció, pero ante todo por su talento, y quienes realmente lo tienen hacen lo que se les da la gana.
T.D. es supremamente sentimental, se refleja en su expresión, en su mirada de niño, en sus inocentes y sinceros comentarios, y sobre todo de una expresividad impresionante en el piano, donde recrea genialmente en melodía todo lo que ve a su alrededor, desobediente, asimismo temeroso y agorafóbico, se rehusó a desembarcar, brillar y triunfar (concepto relativo) en tierra firme, si se hubiese desempeñado simplemente como obrero en las calderas su decisión de no pisar tierra sería una “estúpida terquedad”, pero como artista talentoso eso se llama “estilo de vida”. La diferencia entre ser un estúpido y tener estilo la hace el talento.
En la escena del duelo sólo el genial y petulante Jelly Roll Morton, su contrincante, entendió su nivel de competencia cuando T.D. le respondió con la misma melodía que había interpretado, mientras el público le abucheaba por poco original, no entendían que a simple oído había logrado interpretar en un único intento tan compleja composición que requiere muchísimos ensayos, por supuesto que raya en lo irreal, pero afianza la irreverencia y poco ortodoxia conceptual que maneja el protagonista para relacionarse e interactuar con el mundo que lo rodea.
Si usted querido lector conoce a alguien que se crea diferente y auténtico respecto al común recomiéndele esta película y después pregúntele si lo suyo es una “estúpida terquedad” o un “estilo de vida”.
Saludos…
Próxima función: Yo, también (Álvaro Pastor y Antonio Naharro)

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